Seguramente todos hemos conocido a alguien que siempre o casi siempre se encuentra feliz, incluso cuando no tiene motivos para hacerlo. Esa persona sin duda es afortunada, pues de poco nos sirve a los demás revolcarnos en el sufrimiento cada vez que ocurra una desgracia.
Todos podemos ser felices. El psicólogo Ferrán Salmurri lo sabe bien y lleva gran parte de su carrera profesional intentando que todos aprendamos a serlo de la manera más sencilla: cambiando nuestra forma de pensar.
Para llegar a conseguirlo hay distintos métodos, desde la meditación, ThetaHealing®, libros y otras técnicas.
A continuación compartimos con vosotros una entrevista realizada a Ferrán Salmurri y publicada en el periódico La Vanguardia, tras su lectura conseguiremos con algo de esfuerzo y voluntad podamos empezar a cambiar nuestro pensamiento para ser feliz:
La gente lleva cuarenta y cuatro años acudiendo a mi consulta porque se sienten mal emocionalmente, y cuando les doy el alta siempre me pregunto: ¿qué ha cambiado?
¿Y qué se responde?
Básicamente la manera de pensar.
Eso es mucho decir.
Hay que saber cómo. Yo les pregunto a todos lo mismo: «¿Te has planteado para qué vives?» ¡Si viera las caras de la gente…! La gran mayoría no se lo ha planteado jamás.
¿Es una pregunta trampa?
Todos vivimos para ser felices, sentirnos bien en cada momento de la vida, eso es lo que buscamos y lo que deseamos para nuestros hijos.
De acuerdo. ¿Y de qué depende?
Según los neurocientíficos, de lo que pensamos.
Pues enseñemos a pensar en lugar de a obedecer, porque hay que pensar bien para sentirse bien. En el momento que creas la norma «hay que obedecer», hay quien se otorga el papel de juez y de verdugo, y premiamos y castigamos. ¿Quién nos ha dicho que la función educativa es judicializar la vida?
Así crecemos, ejerciendo un juicio permanente sobre los otros.
Sí, sin entender que equivocarse no es ser culpable, es ser humano. «Niño, quieres recoger las zapatillas del comedor, que cada día tengo que decirte lo mismo. ¡Estoy harta de tu desorden! ¡Siempre estamos igual!». ¿Le suena esta escena?
Lamentablemente, sí.
Ocurre en todos los domicilios de Barcelona donde hay menores de 30 años y en medio mundo, ¿y sabe desde cuando?
Desde que existen las zapatillas. Pero esa bronca nunca ha servido para nada más que para bajar la autoestima del chaval, alejar la comunicación e incluso crear comportamientos deshonestos: «Ha sido el perro».
¿Cuál es la alternativa?
Un comentario menos culpabilizador y más empático: «Vivir en el desorden hace que me sienta mal, ¿podrías llevar las zapatillas a tu cuarto, por favor?». Cada día al llegar a casa y ver las zapatillas del retoño en el salón nos sentimos mal. Sentimos que no nos tienen en cuenta, que les hemos educado mal y que somos culpables.
Pensemos un poquito: ¿qué puedo esperar de la vida? ¿Dónde estarán las zapatillas?… ¡Pues en el salón! Hace 2.000 años que están ahí. Se rompe la lavadora y es un gran contratiempo, ¡pero si ya sabíamos cuando la compramos que tiene fecha de caducidad!
¿Fuera broncas y discursos?
La bronca no enseña a solucionar los problemas. Creemos que educamos racionalmente y lo hacemos desde nuestras emociones, si el niño no estudia nos da rabia: «¡Con todo el esfuerzo que hemos hecho!» o miedo: «¡Qué será de él!»
Debemos empezar por aprender nosotros a controlar nuestras emociones. Los seres humanos somos altamente imperfectos, de manera que cuando vemos que nuestros hijos cometen errores hay que aceptarlo, enseñarle y no pegarle la bronca. Hay que enseñarles a pensar.
¿Cómo se enseña a pensar?
Para empezar hay que aprender a detectar lo que sientes, y cuando te sientes mal decirte: «No voy bien». En lugar de mirar a tu alrededor en busca de quién o qué es lo que te hace sentirte mal, mira lo que ocurre en tu cabeza: qué percepción debes cambiar.
Es fundamental aprender a pensar bien de uno mismo. Las personas necesitamos sentirnos aceptados, valorados, queridos, respetados y ayudados. Y lo que no necesitamos es sentirnos cuestionados, aleccionados, reñidos, reprochados, agobiados.
Los pensamientos negativos son muy tenaces.
Hay que mantener un pensamiento positivo alternativo durante más tiempo. Imagine algo que le guste, durante esos minutos el pensamiento negativo no está, y a base de insistir los pájaros no hacen nido donde no les dejas. Nuestro cerebro se modifica continuamente en base a lo que hacemos, pensamos y sentimos. Si no te quieres sentir mal, aprende a sentirte bien.
Es difícil pensar bien cuando las cosas van mal.
Cierto, hay que dirigir bien la propia vida, marcarte tus objetivos, priorizados, realistas, y poner la mentalidad necesaria; preguntarse para qué vives y relativizar.
Hemos de aprender a controlar el egoísmo, las emociones, la inseguridad. Entender que nada exterior a ti mismo te va a dar la felicidad de manera estable.
El exterior nos modela desde la cuna.
Sí, pero puedes cambiar. Tus padres no te querían, de acuerdo, ¿y ahora qué?… No queda otra que aprender a tener autoestima, a pensar mejor, a empatizar, a relacionarse, a comunicarse, a esforzarse.